Lo que menos necesitaba en aquel momento el empresario neozelandés Conner Bannerman era tener como vecina a una impresionante presentadora de televisión recién convertida en periodista de sociedad. Conner valoraba su intimidad por encima de todo y no creía que Eve Drumm hubiera dicho la verdad cuando había asegurado que él no tenía nada que pudiera interesarle. Estaba claro que su encantadora vecina tramaba algo y, teniendo que proteger un proyecto de un millón de dólares, Conner no pensaba dejar que Eve le estropeara los planes.Así que tendría que tener muy vigilada a aquella belleza…