De alguna forma, Riley Fortune se las había arreglado para casarse con la única mujer de su ciudad que no quería acostarse con él. Una vez, Angelica Dodd y él vivieron una noche de pasión ardiente. Y esa noche concibieron un niño. Pero el reto más grande que Riley tenía que afrontar no era la paternidad repentina, ni siquiera la acusación de un asesinato que no había cometido. Su mayor desafío era convencer a Angelica de que no era el enemigo público número uno, sino... el mejor marido que ella podría desear.