Bohumil Hrabal escribió Tierno bárbaro en 1973, en unos
años en que su obra estaba prohibida por el régimen político
instalado en el poder tras la invasión de Checoslovaquia
por parte del ejército soviético que puso fin a la Primavera
de Praga. Hrabal vive solo en su casa en el bosque de Kersko,
inhabilitado por los comunistas para cualquier empleo.
Está cerca de cumplir los sesenta años, y la nostalgia se
apodera a menudo de él. Nostalgia de los años cincuenta,
cuando era feliz en sus trabajos de metalúrgico, de prensador
de papel viejo, de tramoyista en un teatro; de los años
sesenta, cuando se convirtió en una figura literaria
de renombre internacional; de sus amigos desaparecidos,
como el pintor y poeta Vladimír Boudník, vecino suyo
durante muchos años, con quien descubrió las vanguardias
artísticas de los años cincuenta y sesenta, y con quien
compartió tantas «bodas en casa» y un acerado sentido
del humor negro. Boudník se suicidó en diciembre de 1968,
pocos meses después de que los tanques soviéticos
ocuparan las calles de Praga.
El genio solitario y excéntrico que era Boudník es el
protagonista principal de la novela Tierno bárbaro, inédita
hasta ahora en castellano. Con su habitual estilo, Hrabal,
cuando en el presente no encontraba nada más que «cáscaras
vacías» y para él todo estaba muerto, busca inspiración
en la figura de su amigo para componer un bellísimo canto al
hombre liberado de todas las convenciones sociales, al artista
que utiliza los materiales más humildes y despreciables
para resaltar su belleza, al amigo que hacía de la ternura
hacia todo lo existente su principal sentimiento. Tierno
bárbaro es la exaltación del exceso, de la extravagancia,
de la pasión por romper todos los modelos, a la vez
que «un manual de mala conducta, una lamentación
festiva, un breviario del apocalipsis», como lo ha definido
la escritora francesa Linda Lê.